La elección de Salvador Allende y la Unidad Popular en 1970 desató un radical y original proceso revolucionario, cuestión apreciable no sólo en la profundidad de las medidas redistributivas y las expectativas generadas, sino también en la ferocidad con que ese proyecto fue respondido por quienes se identificaron con un ideal contrarrevolucionario. Esa contrarrevolución inicialmente reducida a sectores conservadores y reaccionarios se transformó en cuestión de meses en una inmensa movilización de masas, que terminaría por pavimentar el camino hacia el golpe militar. Este ensayo analiza ese proceso contrarrevolucionario, explorando sus raíces históricas, los principales actores involucrados y la innovaciones en las prácticas políticas desarrolladas entonces. El “bloque contrarrevolucionario” formado por una diversidad de actores políticos y sociales -algunos de los cuales no tenían experiencia de movilización política previa- fundamentó su accionar en la adopción y socialización de un “guión” anticomunista de larga data, con el cual pudieron hacer sentido a la cambiante realidad de entonces. Ese “guión”, basado en décadas de recepciones de eventos de otras latitudes, elaboraciones y acusaciones contra todos aquellos identificados como comunistas, aspiró a reducir la originalidad del proyecto político de la Unidad Popular a una reedición en territorio chileno de las experiencias socialistas clásicas procesadas en clave distópica. La potencia de la contrarrevolución se proyectaría en la dictadura militariniciada en 1973 al convertirse en una suerte de ideología oficial de Estado, y se convertiría en una experiencia fundante de los sectores conservadores chilenos, con reverberaciones incluso en nuestros días.